Cuando niños y en medio de los coletazos de la crisis del 28 había poco trabajo aquí y en el resto del mundo así que mis suegros y su familia se cambiaron de casa a un barrio más modesto y muy conflictivo. Allí viviá gente honrada, trabajadora, esforzada, pujante junto a ladrones y traficantes de poca monta, entre estos estaba Cochís.
Cochís era un adulto joven de piel aceitunada, ojos penetrantes y cuerpo bien formado, usaba pelo largo hasta los hombros con un pañuelo al estilo indio, botas con los pantalones dentro, chaleco abierto y sin camisa para lucir sus biceps, triceps y abdominales. Era ladrón y traficante de marihuana, querido y respetado por sus vecindario por su don de gente, colaborador de los humildes, defensor de causas perdidas y por cuidar a su barrio de cualquier ladronzuelo que pretendiera entrar en sus dominios y más de una vez se trenzó a tiros con la policía o con otros de su estirpe.
Dice mi marido que para ellos, niños de 6 a 10 años no había algo más grande que Cochís recordara su nombre y los saludara. Tocaban el cielo con la mano ante semejante honor y tenían por delante meses para comentarlo y sacarle el jugo a los 20 segundos de fama.
1 comentario:
Ser líder es una tremenda responsabilidad por su impacto en chicos así, cierto? por suerte tu Negro se salvó
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