viernes, 3 de junio de 2011

No reserven nada del cognac

Mi cuñado tiene  más cuentos, aventuras y desventuras que Simbad el marino, Sandokan, Indiana Jones y Mc Guiver juntos. 

Un día estaban él y mi marido conversando sobre fiestas, comidas, licores  y Edgar contó que tenía un coñac de muy buena factura y que, como la guinda del postre, lo tomaba solo después de alguna comida de todo su gusto o en ocasiones muy especiales.

Bernal le refutó diciendo con todas sus ganas “¡¡No seas tonto!!  Tómalo sin necesidad de una ocasión especial.  Mira: cuando me casé con Anita (una viuda de muy buen ver) en su casa encontré cinco botellas de muy buen coñac que su marido se había traído de Francia e hizo lo mismo que tú, tomar un traguito de  vez en cuando, ¿y quien se tomó el coñac? ¡¡Pues, YO!!”

Debido a esta anécdota en la familia, cuando alguien está enfermo le dicen que mejor se tome el coñac.



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