En Costa Rica cada provincia tiene muy definida su idiosincrasia. Guanacaste es más alegre (lo que es mucho decir) que el resto de los ticos. Es la zona folclórica por excelencia y se ufanan de ello; son exagerados en su machismo y son más valiente que el mismísimo Rambo, al punto de no quejarse aún si un toro los ha corneado.
Limón es la provincia negra, alegre, lleva la música en la sangre, su comida es diferente al resto del país aunque cocinen lo mismo, tienen fama de flojos aunque lo pongo en duda porque es la zona bananera y allí está uno de los puertos más importantes del país.
Alajuela es muy amistosa, la gente se reune hasta altas horas de la madrugada a conversar en el famoso Parque de los Mangos que es el equivalente a la Plaza de Armas de cualquier otra ciudad. Tienen las manos más grandes y por eso les llaman manudos, todo el mundo es conocido por su sobrenombre y todos son amigos de todos.
Heredia la llaman la ciudad de las flores. Su gente es pausada, no tienen apuro por llegar a ningún lado y, al decir de mi suegro si el terremoto de Cartago (algo así como 1906) hubiera ocurrido en esta ciudad todavía la estarían reconstruyendo.
Cartago por su lado tiene su cierto complejo de superioridad. Los brumosos fueron la antigua capital y querían mantener la monarquía, tienen el centro de heráldica del país allí, nadie se asoma a ver o comentar sino toda la vida es controlada desde detrás de los visillos, ninguna muchacha y menos una señora saldrá a la calle sin estar perfectamente arreglada. Según mi hermano René las cartagas tienen lindas piernas.
Entre las historias de mi marido con respecto a esta ciudad tiene una de la Funeraria La Ultima Joya. Cuando sabían de algún enfermo en estado grave le hacían llegar a la familia la siguiente nota:
Doy fe que sigue existiendo la empresa aunque no la publicidad porque, cuando murió doña Mireya Ortíz, la madre de unos amigos nuestros y cartagos por tradición y doctrina me encontré a la entrada de la Iglesia una alfombra con el nombre de esta funeraria.
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